Guillermo Tagliaferri es un gran periodista de Clarín e hincha de Vélez. Es, también, un amigo de la casa. En un café me contó que iban a inaugurar una estatua en homenaje a Bianchi. Ante mi tímido pedido de que escriba algo para Libros y Pelotas me respondió con entusiasmo. Esa respuesta son las líneas que siguen.
Por Guillermo Tagliaferri
Imagen, gentileza Subcomisión del Hincha de Vélez.
El ídolo de carne y hueso observa, emocionando y conmovido, a su réplica de resina plástica de 2,30 metros de altura y más de 100 kilos de peso. Los ojos chicos se le agrandan y sueltan destellos de brillante emoción. En una calurosa tarde-noche en el barrio de Liniers y en el Club Atlético Vélez Sarsfield que lo moldeó humana y futbolísticamente, Carlos Bianchi recibe el gran homenaje del pueblo fortinero. Tener estatua propia, sobre todo en vida, es un mérito reservado para muy pocos. Y Bianchi se lo ganó con creces.
El Bianchi de carne y hueso, ataviado en un elegante traje oscuro, recibe uno, diez, cincuenta, cientos de saludos, abrazos y pedidos de fotos y autográfos. El Bianchi de material -recreando una típica postura de aquel goleador que mantiene el récord de 206 festejos en Vélez y que arrasó áreas en Francia- revive aquellas épocas de pantalón corto y camiseta blanca con la V azulada y el número 9 en la espalda, observa impasible tamaña muestra de cariño y afecto. Los emprendedores muchachos de la Subcomisión del Hincha de Vélez germinaron la idea. El aporte económico de muchos hinchas bancó el proyecto. Y así Bianchi, el querídisimo y venerado Virrey de Liniers quedó reproducido por las hábiles manos de la artista plástica Elizabeth Eichhorm.